
En la actualidad, la difusión por parte de los medios de comunicación, las redes sociales, y la psicología divulgativa ha puesto el termino responsabilidad afectiva en el foco de las atenciones. Hoy nos detenemos a reflexionar sobre el término. Si bien es cierto que el término ha sido más utilizado en la última década, autoras como Deborah Anapol vienen reflexionando sobre este concepto desde la década de los 80. En sus inicios, la forma de pensar la responsabilidad afectiva estaba directamente conectada con otras formas de generar vínculos sexo-afectivos, como pueden ser las relaciones abiertas, o el poliamor (Anapol, 2010).
La responsabilidad afectiva es una propuesta de comportamiento que tiene como eje central el respeto, equilibrio y cuidado mutuo ofreciendo herramientas que refuerzan los vínculos afectivos sanos, proponiendo así una equidad en responsabilidad y cuidados. Cuando establecemos vínculos interpersonales se generan respuestas emocionales que suponen satisfacciones, apegos, confianza, seguridad, pero también, aparecen los miedos, dilemas y conflictos. Por ende, abordando la complejidad de las relaciones humanas, la responsabilidad afectiva surge como respuesta a una posible forma de relacionarnos donde no se trata de negar los miedos y los conflictos, porque forman parte de cualquier relación interpersonal, si no que, a través del cuidado y respeto mutuo con base en una comunicación y empatía, se pueda construir una relación íntima sana y honesta. Si bien en sus orígenes la responsabilidad afectiva dio respuesta a la insatisfacción en vínculos románticos, en la actualidad se ha demostrado que una buena responsabilidad afectiva puede mejorar la calidad de las relaciones interpersonales más allá del ámbito romántico, donde aparecen las relaciones familiares, laborales y amistades, entre otras. Como se ha mencionado, la responsabilidad afectiva es una forma de comportamiento y, por tanto, puede aprenderse y desarrollarse. Por ello, es importante mencionar que la responsabilidad afectiva está directamente conectada con nuestra inteligencia emocional y hay ciertas conductas que se pueden llevar a cabo para poder ir ejercitándola. Una comunicación sincera y honesta, el trazado de límites en las relaciones interpersonales, validar al otro, asumir los conflictos dentro de la relación y evitar el exceso de la racionalización pueden ser algunas de las pautas a llevar a cabo asumiendo la responsabilidad afectiva dentro de nuestros vínculos interpersonales.
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REFERENCIAS
Anapol, D. (2010). Polyamory in the 21st century: Love and intimacy with
multiple partners. Rowman & Littlefield Publishers.